martes, 24 de septiembre de 2019

Cinco años entre ruedas y mochilas


Hasta un poco más allá de Viñales en bicicleta para celebrar el 5to año de Camping Cuba.

  Por Emilio González Soca





 Todo comenzó en marzo, luego de unos 40 kms de pedaleo, y en medio de una puesta de sol en la playa Batabanó. Se nos ocurrió hacer algo tentador y  retador, para celebrar el 5to Aniversario de Camping Cuba. Así se gestó un viaje de más de 470kms que algunos catalogaron de locura, otros de imposible y hasta riesgoso… pero para los protagonistas de esta aventura, sin lugar a dudas, fue una de las experiencias más épicas, hermosas, enriquecedoras e interesantes vividas a lo Camping Cuba.

Día previo a la salida.

El grupo de 8 expedicionarios (Reno, Yoyi, Ángel (el rubio), Albertico (el sobrino), Yessie, Rodin, Yaimee y el escribidor de esta crónica, se reunió el miércoles 14 de agosto en la base de operaciones del oeste de Camping Cuba (la casa de Yaimee) ya que vive literalmente al lado de los amarillos de  Pinar del Río. Había todo tipo de bicicletas reunidas, incluidas dos legendarios ciclos chinos (flying pegeon) de la década del 90. Si, leyeron bien, de la década del 90 sin mejora alguna; entiéndase eso como que tenían un solo plato y un solo piñón para hacer toda esa travesía.

Luego de un fuerte aguacero que pretendió ¨aguar¨ la llegada los ciclo-guerrilleros, la tarde-noche se despejo y a las 8 ya había llegaba el último expedicionario. Habíamos planeado hacer una comida reforzada (pollo asado al grill) a fin de inyectar proteína a nuestros músculos y poder cumplir con las exigentes jornadas que se nos avecinaban. Todos expectantes a la pericia del cocinero de turno, quien estaba fajado con un carbón algo mojado, que no quería encender. Finalmente el pollo salió en más menos una hora, y luego de las charlas, los chistes, los turnos al baño… el grupo estaba listo para el descanso. Nos fuimos acomodando en el portal. El objetivo era salir a las 5.00 am para coger la fresca y avanzar lo más posible.

Día 1
Distancia recorrida:
Lugar de salida Km 0 autopista.
Destino: Km 118, La Mulata Pinar del Río.

Los celulares sonaron a la hora prevista: 5.00 am y el grupo comenzó a alistarse, pero la realidad es más rica que cualquier plan, y al final por una cosa o la otra, terminamos saliendo pasadas las 6.15 am. Nuestro plan el primer día, para nada ambicioso, consistía en llegar hasta el caserío La mulata, utilizando el circuito norte (ahora rebautizado como circuito Emilio, pues fue propuesta del escribidor, el alcanzar Viñales utilizando esa vía). Estábamos hablando de 120 kms, con paradas en Cabañas, para una merienda; en Bahía Honda, para almorzar y guarecernos del sol de agosto; y entrar en la tarde en La mulata.

Todo transcurrió sin mayores contratiempos hasta Cabañas (entramos alrededor de las 9.50 am). Luego del descanso planificado de 20 minutos, partió el pelotón rumbo a Bahía Honda donde haríamos el almuerzo. En ese punto, los oficiales de Mal Nombre que nos atienden (Eledis y Frank), hicieron una llamada de rutina para conocer por dónde íbamos y ver si se nos podían unir a la bicicletada, pero desistieron y plantearon vernos en Viñales al otro día.

El primer contra tiempo vino cuando habíamos pedaleado apenas 100 metros, luego del descanso. A la china de Rodín se le había reventado la goma de atrás dado el intenso calor y parte de la pestaña se había salido de la llanta. Parecía que ahí iba a producirse la primera baja del grupo. Sin embargo, Rodín encontró a un ponchero que fue capaz de volver a entizar la goma, hacerle una sutura enorme y ante la pregunta del bicicletero a aquel cirujano de gomas, de si así él podía llegar a Viñales, y la respuesta afirmativa, Rodín se lanzó en solitario para cobrar los casi 26 km que les separaba del grupo y el pelotón volvió a ser de 8 pretenciosos ciclistas.



No fue este el único incidente en el trayecto comprendido entre Cabañas y Bahía Honda: El escribidor partió los rodamientos de las bielas casi llegando a Bahía Honda, razón por la cual tuvimos que terminar consultando a los 3 únicos mecánicos de ese pueblo, a fin de ver si ellos podían resolver aquel problema. Honestamente, luego de la respuesta negativa de los 2 primeros mecánicos pensamos que se había acabado para mí la experiencia. Ambos fueron muy negativos y con pronósticos reservados… que va mi hermano, yo no tengo llave pá eso! Uff… eso es una biela sellada, no puedo hacerlo.

Afortunadamente, la tercera fue la vencida, aunque esta vez para bien, pues el tercer mecanico propuso cambiar la biela sellada por una china y… bum!, aquello funcionó. También el rubio (Angelito) hizo la misma operación en la bici de Yessie que desde Batabanó ya venía dando problemas con el eje y eso nos tomó algo más de una hora. Sin embargo, fue bienvenida pues el grupo pudo coger un aire ya que el trayecto antes mencionado fue, sin lugar a dudas, el más duro de toda la travesía. Mención aparte hay que hacer a ese mecánico por el buen trato, la eficiencia y la calidad del trabajo realizado, aunque, como casi todo el mundo con los que interactuamos, no salía de su asombro cuando supo el destino de nuestro viaje.    



Luego de un suculento almuerzo (un plato de espaguetis con jamón), un frozen de chocolate y alguna que otra siestecita para esperar a que pasara el aguacero de verano correspondiente a la tarde, el pelotón salió rumbo hacia su destino final del día: El poblado de La mulata. Fuimos “goteando”  de uno en uno sobre las 4.00 pm bajo una llovizna refrescante y nos reagrupamos en la parada local con la idea de acampar a la orilla de la playa, pues en todos los mapas dice claramente Playa La mulata.

Buena sorpresa nos llevamos cuando descubrimos que no había tal playa, sino un puesto de guardafronteras, donde lo menos que podíamos hacer era quedarnos. Luego de valorar varias opciones, incluida la acampada en el terreno de pelota del pueblo, lugar que recomendamos para futuras acampadas pues está espectacular la vista al Pan de Guajaibón, terminamos alojándonos en un patio de una casa de familia gracias a las gestiones de Yaimee y Jessie, que nos acogió por el ¨módico¨ precio de 1.00 CUC por persona la noche. Eso nos garantizaba incluso derecho a usar su baño y hasta un pepino que nos obsequiaron para reforzar la comida.
Cerca de ahí, había una pizzería donde ofertaban pizzas de doble queso criollo que, de conjunto con el módulo nuestro y el pepino otorgado, nos permitió recobrar fuerzas. La primera jornada había sido vencida de forma exitosa.



Día 2.
Distancia recorrida
Lugar de salida. La Mulata, Pinar del Río. 
Destino: Comunidad Moncada. Escuela Nacional de Espeleología Km 18 luego de Viñales.

El de pié fue a las 5.30 am y nuevamente nos tomó algo más de una hora para alistarnos. Por lo que la salida fue sobre las 7.09 minutos.

Supuestamente nos iba a tocar el trayecto más duro. Sin embargo no fue así. Estuvimos entrando a La palma sobre las 10.00 am, a pesar de que el pelotón se dispersó bastante pues el circuito de montaña, lo accidentada de la carreta, unido al cansancio del día anterior, hizo que la distancia entre ciclistas creciera. Parecía una montaña rusa. Subidas, bajadas, baches constantes… afortunadamente, los premios de montaña (lomas abajo) pudimos cogerlos en varias ocasiones. A pesar de eso el trayecto fue muy ameno. El paisaje extremadamente lindo, los pinares prácticamente vírgenes por un lado y por el otro, la costa norte pinareña con sus ensenadas y cayos.

En La palma, el grupo se volvió a unir y luego de varios vasos de guarapo y alguna que otra merienda, retomamos el trayecto hacia Viñales. Teníamos como reto cruzar la cordillera de norte a sur y llegar a nuestro destino sobre la 1.30 pm, según los planes trazados.

Lo primero que te da la bienvenida al salir de La palma es una loma de más de 1 km que le saca la lengua a cualquiera. Sin embargo, el grupo entero la subió (incluidos los ciclistas de las 2 bicicletas chinas que parecían penitentes pagando alguna promesa) y siguió adelante con tremendo ímpetu… parecía que nada nos podía detener. Estamos resueltos a romper el record nacional de velocidad. Todos íbamos a más de 25 km/h… la vuelta a Cuba, Pedro Pablo Pérez, hasta que, justo cuando íbamos de verdad a entrar en el circuito duro de montaña, se divisó un puente a lo lejos, luego un ranchón, luego un río (La Jagua), luego personas bañándose en el río… Paso un miembro del grupo, luego nuestro aguerrido presidente Reno, luego algunos más que miraron de reojo pero  no se atrevieron a decir nada. De pronto,  alguien desde la retaguardia  sugirió “y… que tal si…” No hizo falta otra palabra, el grupo entero entendió a que se referían y el “sabotaje” a la buena marcha que llevábamos se consumó. Paramos en seco, media vuelta y en menos de 3 minutos todos estaban de cabeza en el río. ¡Oh divino Jagua, que sirvió incluso, como baño para unos cuantos “aguerridos” que volaron el turno la noche anterior en La mulata!



Veinte minutos bastaron para retomar el aliento y poneros nuevamente en el trayecto, una loma, otra más, otra más, las bajadas de la cordillera…. A la 1.00 pm estábamos entrando en Mina la Constancia y una hora después, teníamos el hermoso valle de Viñales, con sus imponentes mogotes frente a nosotros. ¡Habíamos cumplido con la primera etapa del viaje sin mayores contratiempos y lo más importante, el grupo entero había llegado a su destino!


Luego de otro suculento almuerzo (nuevamente al estilo italiano y la pizza como protagonista) y un breve descanso, retomamos el trayecto pues todavía teníamos que llegar a la Comunidad Moncada. Ya el grupo el año pasado había hecho ese trayecto… en camiones, claro. Nos habíamos percatados de las montañas… pero no tanto. ¡Qué 18 kms! ¡Y hubo de todo! Luego de la segunda loma, de más de 1 km de largo con tremendo sol, llegamos a la cima todos agotados y fatigados. ¡Repito, tremendo sol! Pero a Yaimee, le dio por exclamar que quería algo de lluvia para refrescar… no pasaron 2 minutos y todo se nubló, parecía que se iba a acabar el mundo, pero solo lloviznó como fue pedido. Luego exclamó, que carretera más mala, quiero que mejore... 5 metros después mágicamente mejoró la carretera… en fin, todo muy místico.. Pidió finalmente algo de dinero sugerido por varios miembros del grupo y… esta vez, tataaaan, no apareció nada.


A las 5.00 pm entraba el último miembro del pelotón a la Comunidad El Moncada. Llenos de expectativas pues al otro día, teníamos una visita a la Gran Caverna de Santo Tomas.

Sobre las 7 y pico se apareció la “célula” de Mal Nombre (Eledis y Frank) encargados de acompañarnos en nuestra travesía para evitar que cayéramos en las tentaciones turísticas que le suponen al grupo. Notamos que estaban algo cansados y cuando indagamos, nos dijeron que habían ido a una misión muy especial , engorrosa y …turística: habían estado la mañana en el centro de buceo  María la Gorda.



Día 3.
Caminata:4-5 kms dentro de la Cueva
No bicicleta.

El plan del tercer día era una visita dirigida a la Gran Caverna de Santo Tomás. Esta vez, cogeríamos 2do cause, y saldríamos por Antorcha al regreso. El de pié fue sobre las 8.00 am y ya a las 9.00 am estábamos de camino hacia la cueva. Recibimos una explicación muy interesante por parte de nuestro guía sobre la formación de la cueva, los niveles que tiene, entre otros aspectos de gran interés para todos los participantes. Fuimos afortunados de ver varios especímenes de la fauna de la cueva: un cangrejo ciego, un pseudo escorpión, varias arañas ciegas y hasta una rana también.





Regresamos al campamento pasadas las 2 pm y el grupo dedicó la tarde a la higiene y al parqueo, dando mantenimiento a los medios de transporte que, después de casi 180 km, mostraban desgaste en rodamientos y ruiditos raros. La noche transcurrió sin mayor novedad que el catarro con el cual se batía Yeesie casi desde su salida de La Habana.




Día 4.
Distancia recorrida alrededor de 70 kms.
Lugar de salida. Comunidad Moncada. Escuela Nacional de Espeleología Km 18 luego de Viñales.
Destino: Pan de Azúcar. Pons. Pinar del Río.

El plan del 4to día era sencillo, o al menos eso creíamos: Ir hasta Pons, tomar un sendero, pues carretera no era… y llegar a la base del mogote conocido como Pan de azúcar. Subirlo, bañarnos en el río y regresar al mediodía al campamento. ¿Suena fácil, no es así? Al menos en el mapa el lugar dice claramente Pan de Azúcar y todos estábamos convencidos que algún lugareño podía indicarnos claramente como subir.

Salimos hacia allá sin ninguna novedad. Solo decir que Eledis y Frank se nos unieron a la aventura en la bicicleta china de Albertico quien a su vez, había tomado la bici de Jessie, quien se quedó en el campamento cogiendo un diez en su lucha contra la gripe.

La carretera hacia Pons fue muy noble. En Pons cogimos el camino que nos llevaba al Pan de Azúcar. Al parecer, era una antigua via de montaña que unía Minas de Matahambre con Minas de Constancia, o al menos así lo sugería el mapa. El camino estaba súper malo, lleno de baches, huecos, fango, agua. Llegamos al final del camino y ahí preguntamos por donde llegar al Pan de Azúcar. Nos encontramos a unos lugareños en plena faena de cosecha aquella mañana de domingo.



Las indicaciones fueron bien claras- retornen sobre sus pasos más o menos un km; cojan el camino a la derecha; avancen un poco más hasta encontrar el camino que se torna azul; ahí cojan el sendero a la derecha; bajen esa loma y crucen el río, luego van a ver el trillo al Pan de Azúcar a la derecha del camino- fin de la cita.

En fin, clarito, clarito. Pero nada, hacia allá partió el pelotón que, en un santiamén habíamos cambiado de ciclo turistas a ciclo-montañistas profesionales. Luego de algo más de 10 kms en medio de aquellos pinares donde no había un alma, y de explorar varios caminos, nos encontramos con una camioneta y una casa sin moradores. Reno se había retrasado pues había tenido un ponche dado la cantidad de marabú en el camino. Él no sabía que la casa estaba vacía y al grupo se le ocurre decirle que habían gestionado un almuerzo campestre, a base de unas masitas de cerdo, arroz, en salada, café y agua fresca, por el módico precio de unos 20 CUP por persona.

Los ojos de Reno brillaron y exclamó: -¡Increíble! ¡Todo nos ha salido a pedir de boca!
Pues si señores, habíamos troleado a lo grande al Reno!

Pasado el chiste, encontramos al final de aquel trillo que una vez se dijo era un camino, el recodo de un río donde todos los bicicleteros terminaron dándose el refrescante chapuzón en las siempre frías aguas. Retomamos el regreso sobre la 1.30 de la tarde y nos dimos cuenta que no habíamos llevado nada de comida. Gracias a unos maníes de Eledis, un caramelo sabor pasta perla de Rodín, las guayabas en el camino y el agua, logramos llegar a Pons, qué estaba a algo más de 20kms de donde nos encontrábamos. Afortunadamente, y digo afortunadamente porque era domingo, en Pons nos encontramos a las 3 y pico de la tarde, justo en el entronque con la vía principal, una guarapera… abierta. Creo que el que menos guarapo se tomó en el grupo, se bajó 3 vasos dobles. Realmente, el guarapero hizo el plan de venta esa tarde con nosotros. Luego entramos a una cafetería donde había pan con jamón y queso, e igualmente, el pequeño grupo de 9 ciclistas acabó prácticamente con los panes en venta.

Llegamos al campamento a las 5 y tanto. Cansados, pero felices de la aventura dominical. Ya solo restaba emprender el camino de regreso el día siguiente. ¡Las dos bicicletas chinas aguantaron el trayecto de montaña!




Día 5.
Distancia recorrida
Lugar de salida. Comunidad Moncada. Escuela Nacional de Espeleología Km 18 luego de Viñales.
Destino: Las Terrazas. Artemisa.

De todos los días del viaje, sin lugar a dudas, el día que más nos iba a exigir era este del regreso. El plan era salir de la comunidad El Moncada, llegar a Viñales y dividirnos en el entronque de Ovas al terminar de bajar. Un grupo iba a avanzar hasta Soroa y esperar a que los que iban a regresar en camión (Jessie y Rodín con su goma trasera remendada) pudieran embarcarse en algo hasta la Habana, mientras que el otro avanzaría hasta Soroa para  garantizar comida y alojamiento. Eran algo más de 140 kms en una sola etapa. No contábamos con el aire en contra de la jornada y lo larga, aburrida y agotadora que se torna la autopista Pinar-Habana, con sus vaivenes y sus interminables lomas-llanuras y… el sol, ese sol abrazador del verano nuestro.

El de pie puntual a las 5.00 am, pero nuevamente nos tomó una hora en salir y eso que todo el mundo había recogido el día anterior… ná… es el karma de Camping Cuba, un gen de morosidad que llevan dentro todos sus excursionistas.

Emprendimos el camino de regreso a Viñales, las super lomas agotadoras a esa hora de la mañana le sacaron el quilo a la mayoría de los miembros del grupo aunque la noche con su frescura siempre ayuda. Era simpático el espectáculo de lucecitas intermitentes rojas, blancas, intermitentes, de aquel pelotón de locos que cursaban una carretera oscura como boca de lobo. Las 7.00 am nos acogio en Viñales y sobre las 7.30 ya habíamos llegado al lugar donde el grupo se iba a dividir.

El primer grupo entró en Soroa a las 2.30 pm luego de una jornada extremadamente agotadora, con un viento en contra insoportable, con un hambre y una sed enormes. El otro piquete hizo lo mismo sobre las 3 y pico de la tarde ya que tuvo que esperar a la salida del grupo que iba para la Habana. Una vez reunidos, el Pelotón de 6 salió hacia las Terrazas a pasar la noche y comer algo sólido pues Soroa estaba literalmente vacío. Para colmo, tuvimos que hacer otra estancia no planificada pues se formó una buena tormenta que nos alcanzó casi en la entrada hacia la comunidad.

Clasificamos comida  casi por un milagro. Casualmente quedaban solo 6 raciones, y cuando digo comida es comida de verdad, en la cafetería El Almácigo que está pasando el lago principal. Luego de aquel, y esta vez sí suculento manjar, decidimos acampar en las márgenes del Río San Juan, frente al campismo el Taburete para retomar, al día siguiente, el regreso definitivo hacia la Habana.

Día 6.
Distancia recorrida: 59 kms.
Lugar de salida. Las Terrazas. Artemisa.
Destino: La Habana

No les hablo del de pié pues saben lo que va a pasar. Nos volvió a tomar una hora desmontar todo el campamento. No obstante, el pelotón de locos ciclistas cogió la autopista a una velocidad increíble a tal punto que entre las 6 am y las 8.00 am ya habíamos alcanzado la presa La Coronela, donde hicimos el primer descanso y merienda. A las 9.30 am estábamos entrando a la Base de Operaciones Oeste de Camping Cuba.

  Seis  de los ocho  aventureros habíamos hecho la travesía completa, incluida una mujer que pedaleó al ritmo de todos los hombres que íbamos en el grupo, sin quejarse un instante. La travesía nos sirvió a todos para conocer un poco más nuestras fuerzas, unirnos más como grupo y demostrar que Camping Cuba no es turismo, como algunos se empeñan en achacarnos. ¡Habíamos rodado en total 478 kms!

Epílogo para una nueva aventura.

Todo comenzó en agosto de 2019, cuando de regreso de Viñales, luego de haber recorrido más de 450 kms, se nos ocurrió plantearnos un nuevo reto: hacer el trayecto entre Matanzas y Santi Spíritus siguiendo el circuito sur hasta Trinidad… Continuará!


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