domingo, 6 de marzo de 2022

Viento, lomas, amigos y bicis

 Por Reno Massola


Un fin de semana para romper el hielo post covid!. En CampingCuba la bicicleta tiene un lugar privilegiado porque hace del camino otra aventura más. Y bueno, nos da una libertad increíble. Los 50 km que nos separan de Escaleras de Jaruco los hicimos a pura voluntad  enfrentando el viento y luego las lomas de esta porción de las Alturas Habana-Matanzas. El sitio, un poco perdido  por la inactividad de la pandemia ,tiene un encanto natural único, candidato además para una futura acampada! Esta vez se nos sumó Roberto Suárez, un entusiasta del excursionismo  que se animó a sumarse justo en una de las excursiones mas duras. Pero nada, fue una jornada magnífica como siempre, entre amigos y naturaleza.
































 




martes, 24 de septiembre de 2019

Cinco años entre ruedas y mochilas


Hasta un poco más allá de Viñales en bicicleta para celebrar el 5to año de Camping Cuba.

  Por Emilio González Soca





 Todo comenzó en marzo, luego de unos 40 kms de pedaleo, y en medio de una puesta de sol en la playa Batabanó. Se nos ocurrió hacer algo tentador y  retador, para celebrar el 5to Aniversario de Camping Cuba. Así se gestó un viaje de más de 470kms que algunos catalogaron de locura, otros de imposible y hasta riesgoso… pero para los protagonistas de esta aventura, sin lugar a dudas, fue una de las experiencias más épicas, hermosas, enriquecedoras e interesantes vividas a lo Camping Cuba.

Día previo a la salida.

El grupo de 8 expedicionarios (Reno, Yoyi, Ángel (el rubio), Albertico (el sobrino), Yessie, Rodin, Yaimee y el escribidor de esta crónica, se reunió el miércoles 14 de agosto en la base de operaciones del oeste de Camping Cuba (la casa de Yaimee) ya que vive literalmente al lado de los amarillos de  Pinar del Río. Había todo tipo de bicicletas reunidas, incluidas dos legendarios ciclos chinos (flying pegeon) de la década del 90. Si, leyeron bien, de la década del 90 sin mejora alguna; entiéndase eso como que tenían un solo plato y un solo piñón para hacer toda esa travesía.

Luego de un fuerte aguacero que pretendió ¨aguar¨ la llegada los ciclo-guerrilleros, la tarde-noche se despejo y a las 8 ya había llegaba el último expedicionario. Habíamos planeado hacer una comida reforzada (pollo asado al grill) a fin de inyectar proteína a nuestros músculos y poder cumplir con las exigentes jornadas que se nos avecinaban. Todos expectantes a la pericia del cocinero de turno, quien estaba fajado con un carbón algo mojado, que no quería encender. Finalmente el pollo salió en más menos una hora, y luego de las charlas, los chistes, los turnos al baño… el grupo estaba listo para el descanso. Nos fuimos acomodando en el portal. El objetivo era salir a las 5.00 am para coger la fresca y avanzar lo más posible.

Día 1
Distancia recorrida:
Lugar de salida Km 0 autopista.
Destino: Km 118, La Mulata Pinar del Río.

Los celulares sonaron a la hora prevista: 5.00 am y el grupo comenzó a alistarse, pero la realidad es más rica que cualquier plan, y al final por una cosa o la otra, terminamos saliendo pasadas las 6.15 am. Nuestro plan el primer día, para nada ambicioso, consistía en llegar hasta el caserío La mulata, utilizando el circuito norte (ahora rebautizado como circuito Emilio, pues fue propuesta del escribidor, el alcanzar Viñales utilizando esa vía). Estábamos hablando de 120 kms, con paradas en Cabañas, para una merienda; en Bahía Honda, para almorzar y guarecernos del sol de agosto; y entrar en la tarde en La mulata.

Todo transcurrió sin mayores contratiempos hasta Cabañas (entramos alrededor de las 9.50 am). Luego del descanso planificado de 20 minutos, partió el pelotón rumbo a Bahía Honda donde haríamos el almuerzo. En ese punto, los oficiales de Mal Nombre que nos atienden (Eledis y Frank), hicieron una llamada de rutina para conocer por dónde íbamos y ver si se nos podían unir a la bicicletada, pero desistieron y plantearon vernos en Viñales al otro día.

El primer contra tiempo vino cuando habíamos pedaleado apenas 100 metros, luego del descanso. A la china de Rodín se le había reventado la goma de atrás dado el intenso calor y parte de la pestaña se había salido de la llanta. Parecía que ahí iba a producirse la primera baja del grupo. Sin embargo, Rodín encontró a un ponchero que fue capaz de volver a entizar la goma, hacerle una sutura enorme y ante la pregunta del bicicletero a aquel cirujano de gomas, de si así él podía llegar a Viñales, y la respuesta afirmativa, Rodín se lanzó en solitario para cobrar los casi 26 km que les separaba del grupo y el pelotón volvió a ser de 8 pretenciosos ciclistas.



No fue este el único incidente en el trayecto comprendido entre Cabañas y Bahía Honda: El escribidor partió los rodamientos de las bielas casi llegando a Bahía Honda, razón por la cual tuvimos que terminar consultando a los 3 únicos mecánicos de ese pueblo, a fin de ver si ellos podían resolver aquel problema. Honestamente, luego de la respuesta negativa de los 2 primeros mecánicos pensamos que se había acabado para mí la experiencia. Ambos fueron muy negativos y con pronósticos reservados… que va mi hermano, yo no tengo llave pá eso! Uff… eso es una biela sellada, no puedo hacerlo.

Afortunadamente, la tercera fue la vencida, aunque esta vez para bien, pues el tercer mecanico propuso cambiar la biela sellada por una china y… bum!, aquello funcionó. También el rubio (Angelito) hizo la misma operación en la bici de Yessie que desde Batabanó ya venía dando problemas con el eje y eso nos tomó algo más de una hora. Sin embargo, fue bienvenida pues el grupo pudo coger un aire ya que el trayecto antes mencionado fue, sin lugar a dudas, el más duro de toda la travesía. Mención aparte hay que hacer a ese mecánico por el buen trato, la eficiencia y la calidad del trabajo realizado, aunque, como casi todo el mundo con los que interactuamos, no salía de su asombro cuando supo el destino de nuestro viaje.    



Luego de un suculento almuerzo (un plato de espaguetis con jamón), un frozen de chocolate y alguna que otra siestecita para esperar a que pasara el aguacero de verano correspondiente a la tarde, el pelotón salió rumbo hacia su destino final del día: El poblado de La mulata. Fuimos “goteando”  de uno en uno sobre las 4.00 pm bajo una llovizna refrescante y nos reagrupamos en la parada local con la idea de acampar a la orilla de la playa, pues en todos los mapas dice claramente Playa La mulata.

Buena sorpresa nos llevamos cuando descubrimos que no había tal playa, sino un puesto de guardafronteras, donde lo menos que podíamos hacer era quedarnos. Luego de valorar varias opciones, incluida la acampada en el terreno de pelota del pueblo, lugar que recomendamos para futuras acampadas pues está espectacular la vista al Pan de Guajaibón, terminamos alojándonos en un patio de una casa de familia gracias a las gestiones de Yaimee y Jessie, que nos acogió por el ¨módico¨ precio de 1.00 CUC por persona la noche. Eso nos garantizaba incluso derecho a usar su baño y hasta un pepino que nos obsequiaron para reforzar la comida.
Cerca de ahí, había una pizzería donde ofertaban pizzas de doble queso criollo que, de conjunto con el módulo nuestro y el pepino otorgado, nos permitió recobrar fuerzas. La primera jornada había sido vencida de forma exitosa.



Día 2.
Distancia recorrida
Lugar de salida. La Mulata, Pinar del Río. 
Destino: Comunidad Moncada. Escuela Nacional de Espeleología Km 18 luego de Viñales.

El de pié fue a las 5.30 am y nuevamente nos tomó algo más de una hora para alistarnos. Por lo que la salida fue sobre las 7.09 minutos.

Supuestamente nos iba a tocar el trayecto más duro. Sin embargo no fue así. Estuvimos entrando a La palma sobre las 10.00 am, a pesar de que el pelotón se dispersó bastante pues el circuito de montaña, lo accidentada de la carreta, unido al cansancio del día anterior, hizo que la distancia entre ciclistas creciera. Parecía una montaña rusa. Subidas, bajadas, baches constantes… afortunadamente, los premios de montaña (lomas abajo) pudimos cogerlos en varias ocasiones. A pesar de eso el trayecto fue muy ameno. El paisaje extremadamente lindo, los pinares prácticamente vírgenes por un lado y por el otro, la costa norte pinareña con sus ensenadas y cayos.

En La palma, el grupo se volvió a unir y luego de varios vasos de guarapo y alguna que otra merienda, retomamos el trayecto hacia Viñales. Teníamos como reto cruzar la cordillera de norte a sur y llegar a nuestro destino sobre la 1.30 pm, según los planes trazados.

Lo primero que te da la bienvenida al salir de La palma es una loma de más de 1 km que le saca la lengua a cualquiera. Sin embargo, el grupo entero la subió (incluidos los ciclistas de las 2 bicicletas chinas que parecían penitentes pagando alguna promesa) y siguió adelante con tremendo ímpetu… parecía que nada nos podía detener. Estamos resueltos a romper el record nacional de velocidad. Todos íbamos a más de 25 km/h… la vuelta a Cuba, Pedro Pablo Pérez, hasta que, justo cuando íbamos de verdad a entrar en el circuito duro de montaña, se divisó un puente a lo lejos, luego un ranchón, luego un río (La Jagua), luego personas bañándose en el río… Paso un miembro del grupo, luego nuestro aguerrido presidente Reno, luego algunos más que miraron de reojo pero  no se atrevieron a decir nada. De pronto,  alguien desde la retaguardia  sugirió “y… que tal si…” No hizo falta otra palabra, el grupo entero entendió a que se referían y el “sabotaje” a la buena marcha que llevábamos se consumó. Paramos en seco, media vuelta y en menos de 3 minutos todos estaban de cabeza en el río. ¡Oh divino Jagua, que sirvió incluso, como baño para unos cuantos “aguerridos” que volaron el turno la noche anterior en La mulata!



Veinte minutos bastaron para retomar el aliento y poneros nuevamente en el trayecto, una loma, otra más, otra más, las bajadas de la cordillera…. A la 1.00 pm estábamos entrando en Mina la Constancia y una hora después, teníamos el hermoso valle de Viñales, con sus imponentes mogotes frente a nosotros. ¡Habíamos cumplido con la primera etapa del viaje sin mayores contratiempos y lo más importante, el grupo entero había llegado a su destino!


Luego de otro suculento almuerzo (nuevamente al estilo italiano y la pizza como protagonista) y un breve descanso, retomamos el trayecto pues todavía teníamos que llegar a la Comunidad Moncada. Ya el grupo el año pasado había hecho ese trayecto… en camiones, claro. Nos habíamos percatados de las montañas… pero no tanto. ¡Qué 18 kms! ¡Y hubo de todo! Luego de la segunda loma, de más de 1 km de largo con tremendo sol, llegamos a la cima todos agotados y fatigados. ¡Repito, tremendo sol! Pero a Yaimee, le dio por exclamar que quería algo de lluvia para refrescar… no pasaron 2 minutos y todo se nubló, parecía que se iba a acabar el mundo, pero solo lloviznó como fue pedido. Luego exclamó, que carretera más mala, quiero que mejore... 5 metros después mágicamente mejoró la carretera… en fin, todo muy místico.. Pidió finalmente algo de dinero sugerido por varios miembros del grupo y… esta vez, tataaaan, no apareció nada.


A las 5.00 pm entraba el último miembro del pelotón a la Comunidad El Moncada. Llenos de expectativas pues al otro día, teníamos una visita a la Gran Caverna de Santo Tomas.

Sobre las 7 y pico se apareció la “célula” de Mal Nombre (Eledis y Frank) encargados de acompañarnos en nuestra travesía para evitar que cayéramos en las tentaciones turísticas que le suponen al grupo. Notamos que estaban algo cansados y cuando indagamos, nos dijeron que habían ido a una misión muy especial , engorrosa y …turística: habían estado la mañana en el centro de buceo  María la Gorda.



Día 3.
Caminata:4-5 kms dentro de la Cueva
No bicicleta.

El plan del tercer día era una visita dirigida a la Gran Caverna de Santo Tomás. Esta vez, cogeríamos 2do cause, y saldríamos por Antorcha al regreso. El de pié fue sobre las 8.00 am y ya a las 9.00 am estábamos de camino hacia la cueva. Recibimos una explicación muy interesante por parte de nuestro guía sobre la formación de la cueva, los niveles que tiene, entre otros aspectos de gran interés para todos los participantes. Fuimos afortunados de ver varios especímenes de la fauna de la cueva: un cangrejo ciego, un pseudo escorpión, varias arañas ciegas y hasta una rana también.





Regresamos al campamento pasadas las 2 pm y el grupo dedicó la tarde a la higiene y al parqueo, dando mantenimiento a los medios de transporte que, después de casi 180 km, mostraban desgaste en rodamientos y ruiditos raros. La noche transcurrió sin mayor novedad que el catarro con el cual se batía Yeesie casi desde su salida de La Habana.




Día 4.
Distancia recorrida alrededor de 70 kms.
Lugar de salida. Comunidad Moncada. Escuela Nacional de Espeleología Km 18 luego de Viñales.
Destino: Pan de Azúcar. Pons. Pinar del Río.

El plan del 4to día era sencillo, o al menos eso creíamos: Ir hasta Pons, tomar un sendero, pues carretera no era… y llegar a la base del mogote conocido como Pan de azúcar. Subirlo, bañarnos en el río y regresar al mediodía al campamento. ¿Suena fácil, no es así? Al menos en el mapa el lugar dice claramente Pan de Azúcar y todos estábamos convencidos que algún lugareño podía indicarnos claramente como subir.

Salimos hacia allá sin ninguna novedad. Solo decir que Eledis y Frank se nos unieron a la aventura en la bicicleta china de Albertico quien a su vez, había tomado la bici de Jessie, quien se quedó en el campamento cogiendo un diez en su lucha contra la gripe.

La carretera hacia Pons fue muy noble. En Pons cogimos el camino que nos llevaba al Pan de Azúcar. Al parecer, era una antigua via de montaña que unía Minas de Matahambre con Minas de Constancia, o al menos así lo sugería el mapa. El camino estaba súper malo, lleno de baches, huecos, fango, agua. Llegamos al final del camino y ahí preguntamos por donde llegar al Pan de Azúcar. Nos encontramos a unos lugareños en plena faena de cosecha aquella mañana de domingo.



Las indicaciones fueron bien claras- retornen sobre sus pasos más o menos un km; cojan el camino a la derecha; avancen un poco más hasta encontrar el camino que se torna azul; ahí cojan el sendero a la derecha; bajen esa loma y crucen el río, luego van a ver el trillo al Pan de Azúcar a la derecha del camino- fin de la cita.

En fin, clarito, clarito. Pero nada, hacia allá partió el pelotón que, en un santiamén habíamos cambiado de ciclo turistas a ciclo-montañistas profesionales. Luego de algo más de 10 kms en medio de aquellos pinares donde no había un alma, y de explorar varios caminos, nos encontramos con una camioneta y una casa sin moradores. Reno se había retrasado pues había tenido un ponche dado la cantidad de marabú en el camino. Él no sabía que la casa estaba vacía y al grupo se le ocurre decirle que habían gestionado un almuerzo campestre, a base de unas masitas de cerdo, arroz, en salada, café y agua fresca, por el módico precio de unos 20 CUP por persona.

Los ojos de Reno brillaron y exclamó: -¡Increíble! ¡Todo nos ha salido a pedir de boca!
Pues si señores, habíamos troleado a lo grande al Reno!

Pasado el chiste, encontramos al final de aquel trillo que una vez se dijo era un camino, el recodo de un río donde todos los bicicleteros terminaron dándose el refrescante chapuzón en las siempre frías aguas. Retomamos el regreso sobre la 1.30 de la tarde y nos dimos cuenta que no habíamos llevado nada de comida. Gracias a unos maníes de Eledis, un caramelo sabor pasta perla de Rodín, las guayabas en el camino y el agua, logramos llegar a Pons, qué estaba a algo más de 20kms de donde nos encontrábamos. Afortunadamente, y digo afortunadamente porque era domingo, en Pons nos encontramos a las 3 y pico de la tarde, justo en el entronque con la vía principal, una guarapera… abierta. Creo que el que menos guarapo se tomó en el grupo, se bajó 3 vasos dobles. Realmente, el guarapero hizo el plan de venta esa tarde con nosotros. Luego entramos a una cafetería donde había pan con jamón y queso, e igualmente, el pequeño grupo de 9 ciclistas acabó prácticamente con los panes en venta.

Llegamos al campamento a las 5 y tanto. Cansados, pero felices de la aventura dominical. Ya solo restaba emprender el camino de regreso el día siguiente. ¡Las dos bicicletas chinas aguantaron el trayecto de montaña!




Día 5.
Distancia recorrida
Lugar de salida. Comunidad Moncada. Escuela Nacional de Espeleología Km 18 luego de Viñales.
Destino: Las Terrazas. Artemisa.

De todos los días del viaje, sin lugar a dudas, el día que más nos iba a exigir era este del regreso. El plan era salir de la comunidad El Moncada, llegar a Viñales y dividirnos en el entronque de Ovas al terminar de bajar. Un grupo iba a avanzar hasta Soroa y esperar a que los que iban a regresar en camión (Jessie y Rodín con su goma trasera remendada) pudieran embarcarse en algo hasta la Habana, mientras que el otro avanzaría hasta Soroa para  garantizar comida y alojamiento. Eran algo más de 140 kms en una sola etapa. No contábamos con el aire en contra de la jornada y lo larga, aburrida y agotadora que se torna la autopista Pinar-Habana, con sus vaivenes y sus interminables lomas-llanuras y… el sol, ese sol abrazador del verano nuestro.

El de pie puntual a las 5.00 am, pero nuevamente nos tomó una hora en salir y eso que todo el mundo había recogido el día anterior… ná… es el karma de Camping Cuba, un gen de morosidad que llevan dentro todos sus excursionistas.

Emprendimos el camino de regreso a Viñales, las super lomas agotadoras a esa hora de la mañana le sacaron el quilo a la mayoría de los miembros del grupo aunque la noche con su frescura siempre ayuda. Era simpático el espectáculo de lucecitas intermitentes rojas, blancas, intermitentes, de aquel pelotón de locos que cursaban una carretera oscura como boca de lobo. Las 7.00 am nos acogio en Viñales y sobre las 7.30 ya habíamos llegado al lugar donde el grupo se iba a dividir.

El primer grupo entró en Soroa a las 2.30 pm luego de una jornada extremadamente agotadora, con un viento en contra insoportable, con un hambre y una sed enormes. El otro piquete hizo lo mismo sobre las 3 y pico de la tarde ya que tuvo que esperar a la salida del grupo que iba para la Habana. Una vez reunidos, el Pelotón de 6 salió hacia las Terrazas a pasar la noche y comer algo sólido pues Soroa estaba literalmente vacío. Para colmo, tuvimos que hacer otra estancia no planificada pues se formó una buena tormenta que nos alcanzó casi en la entrada hacia la comunidad.

Clasificamos comida  casi por un milagro. Casualmente quedaban solo 6 raciones, y cuando digo comida es comida de verdad, en la cafetería El Almácigo que está pasando el lago principal. Luego de aquel, y esta vez sí suculento manjar, decidimos acampar en las márgenes del Río San Juan, frente al campismo el Taburete para retomar, al día siguiente, el regreso definitivo hacia la Habana.

Día 6.
Distancia recorrida: 59 kms.
Lugar de salida. Las Terrazas. Artemisa.
Destino: La Habana

No les hablo del de pié pues saben lo que va a pasar. Nos volvió a tomar una hora desmontar todo el campamento. No obstante, el pelotón de locos ciclistas cogió la autopista a una velocidad increíble a tal punto que entre las 6 am y las 8.00 am ya habíamos alcanzado la presa La Coronela, donde hicimos el primer descanso y merienda. A las 9.30 am estábamos entrando a la Base de Operaciones Oeste de Camping Cuba.

  Seis  de los ocho  aventureros habíamos hecho la travesía completa, incluida una mujer que pedaleó al ritmo de todos los hombres que íbamos en el grupo, sin quejarse un instante. La travesía nos sirvió a todos para conocer un poco más nuestras fuerzas, unirnos más como grupo y demostrar que Camping Cuba no es turismo, como algunos se empeñan en achacarnos. ¡Habíamos rodado en total 478 kms!

Epílogo para una nueva aventura.

Todo comenzó en agosto de 2019, cuando de regreso de Viñales, luego de haber recorrido más de 450 kms, se nos ocurrió plantearnos un nuevo reto: hacer el trayecto entre Matanzas y Santi Spíritus siguiendo el circuito sur hasta Trinidad… Continuará!


viernes, 20 de septiembre de 2019

Un salto hasta el San Claudio





 Por Yaimee Cuenca

Como casi siempre sucede, los buenos planes excursionistas se gestan en grupo y durante el disfrute de una aventura presente.  Aquel 29 de junio, en el campismo La Coronela y durante un taller del Movimiento Cubano de Excursionismo (MCE), planificamos la excursión al Salto del San Claudio, una d elas rutas clásicas del MCE. Llevábamos aún en sangre la adrenalina de la bicicletada del día anterior, una mañana de debate intenso sobre lugares históricos y de naturaleza en Cuba, y ese “bichito” que nunca nos abandona: la curiosidad.
 
Amigos de Camping Cuba y La Espina estuvimos cocinando qué hacer durante los feriados de julio. De pronto saltó Laurita, jovial y entusiasta como de costumbre. Nos propuso hacer un periplo diferente por Canasí adentro, en búsqueda de un salto menos explorado y, a su juicio, interesante. Nos quedamos dándole vueltas a la idea. Más tarde Roger, el lider del grupo La espina, nos habló del Salto de San Claudio y ahí si quedamos fascinados. Días después Laurita, “guía experta” para la ejecución de la primera propuesta se nos diluyó. ¡Ummm, había novio nuevo en el ambiente! Entonces, no tuvo competencia el atravesar la Sierra del Rosario de sur a norte y acampar en San Claudio.

A decir verdad, creo que muchos nos alegramos luego de que Lauri no pudiese guiarnos en Canasí. El trayecto San Juan - las Terrazas - San Claudio nos regaló paisajes increíbles. Las fotos que acompañan esta crónica podrán describirlos mejor que yo.

Con Emilio y Ernesto a la cabeza, nos juntamos en un grupo de Whats app y, aprovechando la tecnología, fuimos gestando el plan de trabajo y ajustando los preparativos. Hay que decir que la explicación de Roger para llegar al salto, más un número de la Revista Cubana de Excursionismo, nos dieron las claves para llegar “sin pérdida” a nuestro destino.

Día 1

Luego de casi un mes de ansiedades llegó la mañana del 25 de julio. ¡Increíble señores! 8 con 6 minutos y ya casi todos estábamos reunidos en 100 y Autopista, para partir rumbo a nuestro destino. Fuimos finalmente 13 excursionistas. Durante la espera, ya saben, comienzan los troleos y las buenas historias: Ernesto causó sensación con su prestada mochila rosa, Camilo lució orgullosa y felizmente su calva, “el otro organizador”- para no mencionar nombre - estaba más que impaciente. Partimos antes de las 9 am, y la buena brisa fue el preludio de lo que luego sería una jornada espectacular. Debíamos bajarnos en el KM 53 para entrar por una vaquería que conducía a Las Terrazas, bordeando el río San Juan. Sin embargo, el conductor del camión, luciendo sus dotes de buen pinareño, nos dejó casi 2 kilómetros antes.


Ya todos abajo y el camión en fuga, notamos el error que fue sumando sudores al día. Todos querían “estrangular” al organizador, pero contuvieron sus ganas en una trágica y confusa sonrisa. Y yo me dije: ¿No querían caminata?  Iniciamos así el recorrido del primer día que, según GPS, tuvo 19 KM.

Pasados los primeros 4, nos encontramos a la derecha con los Baños de San Juan. Para hacer honor a los comentarios sobre Camping Cuba, no tomó más de 5 minutos la decisión de refrescarnos en aquellas carísimas aguas. Y digo carísimas pues, después de tomar una rústica escalera de acceso al río, desmontar las pesadas mochilas, desvestirnos e introducir los primeros pies en el preciado líquido, descubrimos que aquella parte era irónicamente comercializada por el módico precio de 15 cuc por persona. ¿En serio? Nosotros que estamos habituados a disfrutar de las increíbles bondades de la naturaleza por un costo justo o incluso sin él. Pues nada, recogimos los matules y en segundos retomamos la travesía.

Los accidentes suceden como en todas nuestras aventuras. Cuando habíamos avanzado poco más de 1 Km, el aguerrido compañero Lester notó que había perdido su bien más preciado: la billetera. El hecho debió haber sido durante el intenso debate de precios y derechos con el custodio del río San Juan. ¿Ustedes imaginan lo que es quedarse sin presupuesto a inicios de la jornada? Lester lo visualizó en unos instantes y sus pies no se veían de regreso al río. Inexplicablemente, la billetera estaba ahí, mojada, pero con el dinero intacto. ¡Ufff, alivio total! La corriente no se la había llevado.

Continuamos rumbo a las Terrazas a base de mamoncillos a 1 cuc el ramo, los cocos igual de caros y los hicacos que, bajo el intenso sol del mediodía, fueron nuestra salvación. Alrededor de la 1 pm ya estábamos en la tierra de Polo. Nos reunimos para redefinir nuestros próximos pasos. El plan para el primer día era llegar a Las Terrazas, almorzar, seguir hacia el campismo El Taburete, subir la loma y retomar la carretera que conecta a Las Terrazas con Soroa, hasta la entrada del Alto del Mulo.

Como la tropa estaba algo cansada y una buena tormenta nos amenazaba, tuvimos que prescindir de la subida al Taburete, almorzar presurosos con nuestras reservas y unos panes con queso que descubrimos en la cafetería, para luego continuar trayecto con algunas gotas ya encima. La buena música de Shaelsys nos acompañó. Luego de avanzar 6 de los 8 KM que nos separaban del Alto del Mulo, nos sorprendió un tremendo aguacero de verano con fuertes descargas eléctricaseléctricas. Nos resguardamos como pudimos. Unos bajo una mata y otros, la mayoría, bajo la manta mágica de Ernesto:  un nylon que medía unos 3 x 4 metros pero que valió para casi todos los excursionistas. Sí señores, solidaridad a pulso, nos medio mojamos, nos medio mantuvimos secos, aunque no por mucho tiempo. Teníamos que avanzar, si no nos agarraría la noche. Nos quedaban casi 7 Km para llegar a San Claudio y poder acampar con la luz del día.

Al llegar a la entrada del sendero que conducía al Alto del Mulo, ahí si San Pedro tronó, nos regaló un chaparrón descomunal. No nos amilanamos, doblamos a la derecha alejándonos de la carretera y adentrándonos en el sendero. Producto de la continua lluvia, las rocas, el fango y sus buenos charcos, el tránsito fue bien duro. Nos tomó más de 1 hora recorrer unos 3 Km arriba para llegar al Alto. En el trayecto Marlon encontró dos pichones que parecían ser cernícalos. Uno de ellos sobrevivió para contar en su casa el final de esta historia, aunque tristemente más tarde falleció. Ya en el alto nos debatimos entre hacer noche en ese mismo lugar o seguir avanzando hasta San Claudio, pues el río podía estar crecido. Las notas de Roger, la revista del MCE, los GPS de Emilio, Belo y Ernesto nos auguraban una travesía no tan larga que nos permitiría llegar antes del anochecer, así que decidimos continuar pese a los malos presagios. La idea era aprovechar a toda costa el 26 entero en el salto.

Tomamos izquierda y avanzamos cercano al KM hasta un punto en el que el camino se volvía a bifurcar. Ahí empezaron las sorpresas. Optamos por hacer derecha y de pronto ya las instrucciones de Roger no se parecían en nada a lo que estábamos viviendo. No quedaba más remedio que seguir señores. ¡Pa atrás, ni pa coger impulso! Ese trillo nos llevó a otra bifurcación no descrita. Ahí decidimos hacer una parada. Emilio y su hermano se adelantaron en misión exploratoria. Subieron derecha por un camino empinado que no parecía tener perspectivas. Exploraron luego el de la izquierda y ese sí prometía, pues llevaba a cruzar varias veces el río. Mientras ellos “se esforzaban” nosotros cogimos un filo para descansar y los bien compartidos chocolates de Ana subieron esta vez a la escena.

Sin embargo, una “pícara” charla les robó el protagonismo: ¡Caramba y no hay señales de Sergio que dijo se nos sumaba! - alguien exclamó - ¡Yo escuché que había salido un poco tarde acompañado de dos chicas! – refirió Camilo. ¡Ah bueno! - dijo otro con cara aún más sonriente– ¡No se preocupen, ya nos avisará! Una vez regresados Emilio y su hermano, retomamos la marcha por la izquierda – el camino que prometía - y cruzamos varias veces el río tomando un sendero que finalmente nos condujo hacia la casa del campesino Pedro. Este lugar sí que no figuraba en ninguna de las historias, pero fue una suerte de refugio en medio de tanta leña mojada  y el río crecido que como era de esperar nos encontramos. Pedro nos brindó gentilmente su casa, un terreno perfecto para las tiendas de campaña, un carbón sequito y hasta sus cazuelas para cocinar. Llegó la tarea de acampar, recopilar insumos, reunir al equipo de cocina y tomar un baño. El argumento de haberse bañado ya lo suficiente bajo el aguacero fue esta vez esgrimido por la mayoría y eso que faltaba Reno.



Para no variar, la espaguetada estuvo a cargo del chef Lester. Ciertamente señores, no queremos robarle el puesto de cocinero principal. Él ya le tiene cogida la vuelta a las cantidades y gustos del grupo. Eso sí, ayudantes de cocina tuvo a montones. Unos picaron especies, otros cooperaron con la hechura salsa, se buscó el agua y hasta se porcionó un queso increíble que Camilo trajo.

¡Ese día dormimos satisfechos, con la barriga llena y el corazón contento!


Día 2

Amanecer en medio de la Sierra del Rosario fue casi un hechizo. A pesar de que el cielo estaba algo nublado, el paisaje era increíble. El sol robaba le espacios a las nubes para resaltar la belleza de aquellas montañas plagadas de palmas reales. ¡Ah! y el sonido del salto nos llamaba. De pronto malas noticias, Rubiera estaba anunciando una vaguada. Menudo conflicto después de tan larga travesía. Llegar a San Claudio y no disfrutar de sus bondades. ¡Qué va!  Creo que en ese momento todas las mentes y las buenas energías conspiraron para lograr lo que más tarde fue una mañana tremendamente soleada. Así que nos dispusimos a preparar leche con chocolate, galletas con guayaba y alguno que otro pan con queso que había quedado del día anterior. No tomó mucho tiempo, como no había que partir en menos de 1 hora todos estábamos listos para explorar el salto.  Salimos de las inmediaciones de la casa de Pedro y avanzamos unos 500 metros hacia el norte. Allí estaba nuestro destino, esperándonos con los brazos abiertos y sus aguas claras a pesar de la tremenda turbonada del día anterior.


Como todo salto que se respete, tenía unas caídas impresionantes. Agata, arrastra, escalado, de todo hubo para llegar a dos de sus espectaculares pozas. Los alrededores de película. Las cámaras de Velo, Ivette, Camilo y Lester no me dejarán mentir. Estuvimos allí toda la mañana y ni una gota del cielo.  El baño en la primera poza fue reconfortante, aprovechamos primero para relajar músculos, luego para hacer piruetas y derrochar un poco de energía lanzándonos al agua. Disfrutada la primera poza había que seguir explorando. Bajamos entonces en búsqueda de una más amplia, de la cual Roger nos había contado. Nos unimos con la otra mitad del grupo que se había adelantado y, para nuestra sorpresa, encontramos a dos valientes tratando de acceder a ella a través de los saltos con una sola cuerda como seguridad. Eran Marlon y su novia, dos que demostraron estar en muy buena forma y tremendamente locos. Ahh, Ernesto también se sumó a la locura. Para que puedan entender, estábamos hablando de un salto de alrededor de 10 metros de altura y como único punto de agarre, un arbusto que no parecía muy firme. Aquello fue épico. Por suerte, los atrevidos lograron salirse con la suya y culminar su ejercicio sanos y salvos. Tras el momento de tensión continuamos el baño, tomamos fotos grupales y relajeamos con un inmenso tronco que encontramos a la derecha de la poza y culminó con nosotros encima. 

Pasada la 1 pm el cielo y nuestros estómagos comenzaron a tronar. Decidimos retornar al campamento para efectuar almuerzo y aguarecernos de la lluvia. De regreso nos topamos con la tropa de La Espina que se dirigía a acampar salto abajo. Les contamos de nuestro trayecto y el descubrimiento de la casa de Pedro. Ahh, por cierto, Pedro nos dijo que el sendero que habíamos tomado desde la carretera era el más corto posible. ¡Na, que dimos en el clavo! Pasamos bien el curso de pioneros exploradores.

¿El almuerzo? más galletas con guayaba, refresco instantáneo y maní. En fin, el módulo de todo buen excursionista cubano. Lo fuerte había que dejarlo para la noche. Marlon se entretuvo haciendo una jaula para su “cernícalo” con los tallos de una planta que encontró por aquellos lares. ¡Sí que es ingenioso ese chico!

Luego vino el aguacero. Algunas de nuestras tiendas de campaña resistieron estoicamente, otras culminaron inundadas y tendidas. Tras entretener un poco a nuestros estómagos unos decidieron descansar y otros retornar a misiones exploratorias y de placer rumbo al salto. Ahí aprovechamos para un baño con casi todas las de la ley. Ivette, con jabón y champú en mano, tuvo cola de chicas y hasta de algunos chicos, para componer olores y reanimar al cuerpo. Llegada la noche hubo rotación en el equipo de cocina, pero eso sí, el Lester continuó a cargo. De nuevo espaguetada fenomenal, esta vez con leche como sustituta del queso.  Andaban dando vueltas dos laticas de arroz que alguien trajo, quedaba también leche y azúcar y la boca pedía algo dulce. Lester y Emilio se dieron a la tarea de hacer un postre: arroz con leche. ¡Esa noche tuvimos menú de altura y hormigas bravísimas para los inquilinos del lado sur del bohío!

Más tarde el grupo se dedicó a chismorrear y adivinar títulos de películas en dos grupos. La competencia estuvo reñida. Miriam soltó una buena… algo así como “ Las perturbadoras.” no había quién diablos escenificara eso y mucho menos quién lo adivinara. La verdad que nos pasamos un buen rato hasta que notamos que se hacía tarde y que al día siguiente teníamos un buen camino por recorrer. No diré qué equipo ganó. Dejémoslo en suspenso para aquellos que se la perdieron.

De Sergio y sus amigas ni el pelo. Ahh, Claudia le pasó un mensaje a Ernesto, que por temas de cobertura llegó mucho después. Nos pedía señas de nuestro paradero.

Día 3: fin de la escapada.

De pie 7 am y, ya saben, siempre nos toma más de una hora la partida ¿Desayuno?  el habitual. Descargamos los restos del módulo que ya no necesitábamos, lo cual fue agradecido por Pedro y su familia.   Azúcar blanca, leche y hasta carne en lata. Nos aseguró que podíamos volver cuando quisiéramos. ¡No digo yo! Tomamos foto grupal con Pedro, su mujer y sus hijos y agradecimos lo que, fuera ya del chiste, fue un gesto tremendo de su parte. 13 desconocidos invadiendo sus tierras, consumiendo el único carbón seco que le quedaba para cocinar e irrumpiendo su dinámica de vida. Pero así son la mayoría de los cubanos que viven por esos lares, serviciales a morir.

Teníamos la intención de bordear el río para llegar a la carretera del circuito norte, algo que, previa exhaustiva investigación, no había hecho nadie jamás. Luego debíamos llegar a Cabañas para partir rumbo a La Habana. La idea de circundar el río fue rápidamente desestimada tras el sabio consejo de Pedro. - ¡Eso es imposible, les digo yo que me conozco esto como la palma de mi mano! Y quién se atreve a cuestionar la sapiencia de un guajiro bien parao. Claro está, cuando te dicen “eso se hace en 2 horas … son namá unos 5 KM” ahí sí que debes multiplicar por dos tiempo y distancia. Poco más de las 8 am y mucho más ligeros partimos siguiendo sus instrucciones que estaban “claritas, claritas”: seguir siempre derecha, cruzar el río 2 veces, llegar a la casa de un campesino, atravesar el portón y seguir 2 Km más hasta la carretera. Había que intentar llegar antes de las 12 pm, pues sino ni un alma nos daría un aventón el sábado en la tarde, en el puente del San Claudio.

Cuando pasamos el segundo cruce del río, en el que más de uno cayó intencionadamente, comenzaron los enredos. De nuevo las bifurcaciones. Esta vez intentamos una izquierda que bien podía considerarse recta, pues el camino de la derecha parecía intransitado. Los GPS nos indicaban que nos alejábamos más por esa vía. El sendero de la izquierda no tenía salida y tuvimos que retornar a la bifurcación, explorar y aventurarnos por el camino aparentemente intransitado.

Recuerden señores, cuando el guajiro te diga recto, es recto rectísimo. Nos topamos entonces con una aguada que ahora sí nos devolvió al sendero principal. Pasada una media hora encontramos el portón y la casa del campesino. Ahí hicimos una merienda rápida con maní molido y recargamos agua en un pequeño manantial. Más de una hora después, bajo tremendo sol, arribamos al esperado puente de San Claudio. Eran las 12 del día y nadie pasaba por esos lares transportadamente. Nos llenamos de calma, y decidimos entretener nuestro estómago con sobras de galletas y el fondo de la caldera del arroz con leche que, a esa hora y tras 10 KM de caminata, sabía a gloria. 

Seguía sin pasar nada, solo vecinos a pie o en bici que nos miraban con caras de compasión. - ¿Pa La Habana, a esta hora y hoy sábado? Ummm – Más o menos esa fue la expresión de todo el que por allí pasaba. Uno nos habló de un campesino que tenía un camión posiblemente alquilable. Marlon y Lester se aventuraron, pero el camión no tenía combustible. Con tantos malos augurios, y ya sin municiones, decidimos salir caminando. Ernesto tomó la delantera. Por cierto, yo creo que este se zampó el fondo completo de la caldera de arroz con leche, pues nos sacó un Km de ventaja.

Al borde de la carretera, comenzaron a aparecer unas matas de cocos que prometían. Cuando ya Emilio y su hermano habían tumbado unos 7 bien cargaditos de agua, apareció el camión salvador con medio equipo de Camping Cuba encima. Ni cortos ni perezosos nos montamos. La super top model Ivette había conseguido lo que todos estuvimos esperando por más de 2 horas. No sé dónde metió la calva de Camilo.

¡Ya ven que nunca van lejos los de adelante, si los de atrás andan en camión!

Pocos minutos después apareció Ernesto y no hubo ni que pedirle al chofer que parara. Su carita de gatito de Shreck hizo solita el trabajo. Llegamos al entronque de Bahía Honda en un santiamén. Ahí hicimos parada obligada esperando algo que nos condujera a Cabañas.  Marlon sacó oportunamente su machetín, y los cocos fueron devorados. No sé qué estaba mejor, si la masa o el agua. Afortunadamente, aquí si la espera fue corta. En nada pasó una guagua súper cómoda hasta Cabañas. Lo mejor de todo fue que el chofer de ese  almorzó al llegar a Cabañas y 30 minutos más tarde nos dijo: - Arriba, hasta la Vereda (en la Lisa-) -. Sobre las 4 de la tarde, medio dormidos y medio entonados con unas cervecitas que algunos compraron por el módico precio de 40 pesos, estábamos ya en el Km 0 de la autopista. No puedo relatar cómo culminó el viaje. La escribidora de esta crónica se bajó allí,para alcanzar la base de operaciones del Oeste de Camping Cuba. ¡Hogar, dulce hogar!

Ahh … esperen, olvidaba a la retaguardia. Habían llegado a las Terrazas alrededor del mediodía del viernes. Y Sergio, solo con dos chicas, estaba entre encantado y loco. En fin, que perdió un poco la perspectiva. Pasaron la tarde en modo turista en aquel espléndido lugar y alrededor de las 3 pm, luego de un aguacero, salieron a nuestro encuentro. Siguiendo indicaciones de un lugareño, entraron por un trillo equivocado y avanzaron como 5 Km. Ya casi oscureciendo, decidieron volver al cerrarse el sendero mal tomado. Esa noche acamparon en las Terrazas y al día siguiente encontraron el camino correcto, 8 Km después las chicas se amotinaron y, una vez más, Sergio cedió ante el poder de persuasión femenino. Volvieron a Las Terrazas y allí, no sé cómo, resolvieron transporte hasta La Habana. El resto de los detalles que los cuente el propio Sergio, que de seguro tendrá también sus buenas historias.  !Nunca tuvimos por seguro si la pérdida fue real o totalmente intencionada!


Esta no estuvo entre las 18 fantásticas rutas que el MCE  publicó para el verano, pero CampingCuba como siempre se inventó una que bien vale la pena repetir.