viernes, 20 de septiembre de 2019

Un salto hasta el San Claudio





 Por Yaimee Cuenca

Como casi siempre sucede, los buenos planes excursionistas se gestan en grupo y durante el disfrute de una aventura presente.  Aquel 29 de junio, en el campismo La Coronela y durante un taller del Movimiento Cubano de Excursionismo (MCE), planificamos la excursión al Salto del San Claudio, una d elas rutas clásicas del MCE. Llevábamos aún en sangre la adrenalina de la bicicletada del día anterior, una mañana de debate intenso sobre lugares históricos y de naturaleza en Cuba, y ese “bichito” que nunca nos abandona: la curiosidad.
 
Amigos de Camping Cuba y La Espina estuvimos cocinando qué hacer durante los feriados de julio. De pronto saltó Laurita, jovial y entusiasta como de costumbre. Nos propuso hacer un periplo diferente por Canasí adentro, en búsqueda de un salto menos explorado y, a su juicio, interesante. Nos quedamos dándole vueltas a la idea. Más tarde Roger, el lider del grupo La espina, nos habló del Salto de San Claudio y ahí si quedamos fascinados. Días después Laurita, “guía experta” para la ejecución de la primera propuesta se nos diluyó. ¡Ummm, había novio nuevo en el ambiente! Entonces, no tuvo competencia el atravesar la Sierra del Rosario de sur a norte y acampar en San Claudio.

A decir verdad, creo que muchos nos alegramos luego de que Lauri no pudiese guiarnos en Canasí. El trayecto San Juan - las Terrazas - San Claudio nos regaló paisajes increíbles. Las fotos que acompañan esta crónica podrán describirlos mejor que yo.

Con Emilio y Ernesto a la cabeza, nos juntamos en un grupo de Whats app y, aprovechando la tecnología, fuimos gestando el plan de trabajo y ajustando los preparativos. Hay que decir que la explicación de Roger para llegar al salto, más un número de la Revista Cubana de Excursionismo, nos dieron las claves para llegar “sin pérdida” a nuestro destino.

Día 1

Luego de casi un mes de ansiedades llegó la mañana del 25 de julio. ¡Increíble señores! 8 con 6 minutos y ya casi todos estábamos reunidos en 100 y Autopista, para partir rumbo a nuestro destino. Fuimos finalmente 13 excursionistas. Durante la espera, ya saben, comienzan los troleos y las buenas historias: Ernesto causó sensación con su prestada mochila rosa, Camilo lució orgullosa y felizmente su calva, “el otro organizador”- para no mencionar nombre - estaba más que impaciente. Partimos antes de las 9 am, y la buena brisa fue el preludio de lo que luego sería una jornada espectacular. Debíamos bajarnos en el KM 53 para entrar por una vaquería que conducía a Las Terrazas, bordeando el río San Juan. Sin embargo, el conductor del camión, luciendo sus dotes de buen pinareño, nos dejó casi 2 kilómetros antes.


Ya todos abajo y el camión en fuga, notamos el error que fue sumando sudores al día. Todos querían “estrangular” al organizador, pero contuvieron sus ganas en una trágica y confusa sonrisa. Y yo me dije: ¿No querían caminata?  Iniciamos así el recorrido del primer día que, según GPS, tuvo 19 KM.

Pasados los primeros 4, nos encontramos a la derecha con los Baños de San Juan. Para hacer honor a los comentarios sobre Camping Cuba, no tomó más de 5 minutos la decisión de refrescarnos en aquellas carísimas aguas. Y digo carísimas pues, después de tomar una rústica escalera de acceso al río, desmontar las pesadas mochilas, desvestirnos e introducir los primeros pies en el preciado líquido, descubrimos que aquella parte era irónicamente comercializada por el módico precio de 15 cuc por persona. ¿En serio? Nosotros que estamos habituados a disfrutar de las increíbles bondades de la naturaleza por un costo justo o incluso sin él. Pues nada, recogimos los matules y en segundos retomamos la travesía.

Los accidentes suceden como en todas nuestras aventuras. Cuando habíamos avanzado poco más de 1 Km, el aguerrido compañero Lester notó que había perdido su bien más preciado: la billetera. El hecho debió haber sido durante el intenso debate de precios y derechos con el custodio del río San Juan. ¿Ustedes imaginan lo que es quedarse sin presupuesto a inicios de la jornada? Lester lo visualizó en unos instantes y sus pies no se veían de regreso al río. Inexplicablemente, la billetera estaba ahí, mojada, pero con el dinero intacto. ¡Ufff, alivio total! La corriente no se la había llevado.

Continuamos rumbo a las Terrazas a base de mamoncillos a 1 cuc el ramo, los cocos igual de caros y los hicacos que, bajo el intenso sol del mediodía, fueron nuestra salvación. Alrededor de la 1 pm ya estábamos en la tierra de Polo. Nos reunimos para redefinir nuestros próximos pasos. El plan para el primer día era llegar a Las Terrazas, almorzar, seguir hacia el campismo El Taburete, subir la loma y retomar la carretera que conecta a Las Terrazas con Soroa, hasta la entrada del Alto del Mulo.

Como la tropa estaba algo cansada y una buena tormenta nos amenazaba, tuvimos que prescindir de la subida al Taburete, almorzar presurosos con nuestras reservas y unos panes con queso que descubrimos en la cafetería, para luego continuar trayecto con algunas gotas ya encima. La buena música de Shaelsys nos acompañó. Luego de avanzar 6 de los 8 KM que nos separaban del Alto del Mulo, nos sorprendió un tremendo aguacero de verano con fuertes descargas eléctricaseléctricas. Nos resguardamos como pudimos. Unos bajo una mata y otros, la mayoría, bajo la manta mágica de Ernesto:  un nylon que medía unos 3 x 4 metros pero que valió para casi todos los excursionistas. Sí señores, solidaridad a pulso, nos medio mojamos, nos medio mantuvimos secos, aunque no por mucho tiempo. Teníamos que avanzar, si no nos agarraría la noche. Nos quedaban casi 7 Km para llegar a San Claudio y poder acampar con la luz del día.

Al llegar a la entrada del sendero que conducía al Alto del Mulo, ahí si San Pedro tronó, nos regaló un chaparrón descomunal. No nos amilanamos, doblamos a la derecha alejándonos de la carretera y adentrándonos en el sendero. Producto de la continua lluvia, las rocas, el fango y sus buenos charcos, el tránsito fue bien duro. Nos tomó más de 1 hora recorrer unos 3 Km arriba para llegar al Alto. En el trayecto Marlon encontró dos pichones que parecían ser cernícalos. Uno de ellos sobrevivió para contar en su casa el final de esta historia, aunque tristemente más tarde falleció. Ya en el alto nos debatimos entre hacer noche en ese mismo lugar o seguir avanzando hasta San Claudio, pues el río podía estar crecido. Las notas de Roger, la revista del MCE, los GPS de Emilio, Belo y Ernesto nos auguraban una travesía no tan larga que nos permitiría llegar antes del anochecer, así que decidimos continuar pese a los malos presagios. La idea era aprovechar a toda costa el 26 entero en el salto.

Tomamos izquierda y avanzamos cercano al KM hasta un punto en el que el camino se volvía a bifurcar. Ahí empezaron las sorpresas. Optamos por hacer derecha y de pronto ya las instrucciones de Roger no se parecían en nada a lo que estábamos viviendo. No quedaba más remedio que seguir señores. ¡Pa atrás, ni pa coger impulso! Ese trillo nos llevó a otra bifurcación no descrita. Ahí decidimos hacer una parada. Emilio y su hermano se adelantaron en misión exploratoria. Subieron derecha por un camino empinado que no parecía tener perspectivas. Exploraron luego el de la izquierda y ese sí prometía, pues llevaba a cruzar varias veces el río. Mientras ellos “se esforzaban” nosotros cogimos un filo para descansar y los bien compartidos chocolates de Ana subieron esta vez a la escena.

Sin embargo, una “pícara” charla les robó el protagonismo: ¡Caramba y no hay señales de Sergio que dijo se nos sumaba! - alguien exclamó - ¡Yo escuché que había salido un poco tarde acompañado de dos chicas! – refirió Camilo. ¡Ah bueno! - dijo otro con cara aún más sonriente– ¡No se preocupen, ya nos avisará! Una vez regresados Emilio y su hermano, retomamos la marcha por la izquierda – el camino que prometía - y cruzamos varias veces el río tomando un sendero que finalmente nos condujo hacia la casa del campesino Pedro. Este lugar sí que no figuraba en ninguna de las historias, pero fue una suerte de refugio en medio de tanta leña mojada  y el río crecido que como era de esperar nos encontramos. Pedro nos brindó gentilmente su casa, un terreno perfecto para las tiendas de campaña, un carbón sequito y hasta sus cazuelas para cocinar. Llegó la tarea de acampar, recopilar insumos, reunir al equipo de cocina y tomar un baño. El argumento de haberse bañado ya lo suficiente bajo el aguacero fue esta vez esgrimido por la mayoría y eso que faltaba Reno.



Para no variar, la espaguetada estuvo a cargo del chef Lester. Ciertamente señores, no queremos robarle el puesto de cocinero principal. Él ya le tiene cogida la vuelta a las cantidades y gustos del grupo. Eso sí, ayudantes de cocina tuvo a montones. Unos picaron especies, otros cooperaron con la hechura salsa, se buscó el agua y hasta se porcionó un queso increíble que Camilo trajo.

¡Ese día dormimos satisfechos, con la barriga llena y el corazón contento!


Día 2

Amanecer en medio de la Sierra del Rosario fue casi un hechizo. A pesar de que el cielo estaba algo nublado, el paisaje era increíble. El sol robaba le espacios a las nubes para resaltar la belleza de aquellas montañas plagadas de palmas reales. ¡Ah! y el sonido del salto nos llamaba. De pronto malas noticias, Rubiera estaba anunciando una vaguada. Menudo conflicto después de tan larga travesía. Llegar a San Claudio y no disfrutar de sus bondades. ¡Qué va!  Creo que en ese momento todas las mentes y las buenas energías conspiraron para lograr lo que más tarde fue una mañana tremendamente soleada. Así que nos dispusimos a preparar leche con chocolate, galletas con guayaba y alguno que otro pan con queso que había quedado del día anterior. No tomó mucho tiempo, como no había que partir en menos de 1 hora todos estábamos listos para explorar el salto.  Salimos de las inmediaciones de la casa de Pedro y avanzamos unos 500 metros hacia el norte. Allí estaba nuestro destino, esperándonos con los brazos abiertos y sus aguas claras a pesar de la tremenda turbonada del día anterior.


Como todo salto que se respete, tenía unas caídas impresionantes. Agata, arrastra, escalado, de todo hubo para llegar a dos de sus espectaculares pozas. Los alrededores de película. Las cámaras de Velo, Ivette, Camilo y Lester no me dejarán mentir. Estuvimos allí toda la mañana y ni una gota del cielo.  El baño en la primera poza fue reconfortante, aprovechamos primero para relajar músculos, luego para hacer piruetas y derrochar un poco de energía lanzándonos al agua. Disfrutada la primera poza había que seguir explorando. Bajamos entonces en búsqueda de una más amplia, de la cual Roger nos había contado. Nos unimos con la otra mitad del grupo que se había adelantado y, para nuestra sorpresa, encontramos a dos valientes tratando de acceder a ella a través de los saltos con una sola cuerda como seguridad. Eran Marlon y su novia, dos que demostraron estar en muy buena forma y tremendamente locos. Ahh, Ernesto también se sumó a la locura. Para que puedan entender, estábamos hablando de un salto de alrededor de 10 metros de altura y como único punto de agarre, un arbusto que no parecía muy firme. Aquello fue épico. Por suerte, los atrevidos lograron salirse con la suya y culminar su ejercicio sanos y salvos. Tras el momento de tensión continuamos el baño, tomamos fotos grupales y relajeamos con un inmenso tronco que encontramos a la derecha de la poza y culminó con nosotros encima. 

Pasada la 1 pm el cielo y nuestros estómagos comenzaron a tronar. Decidimos retornar al campamento para efectuar almuerzo y aguarecernos de la lluvia. De regreso nos topamos con la tropa de La Espina que se dirigía a acampar salto abajo. Les contamos de nuestro trayecto y el descubrimiento de la casa de Pedro. Ahh, por cierto, Pedro nos dijo que el sendero que habíamos tomado desde la carretera era el más corto posible. ¡Na, que dimos en el clavo! Pasamos bien el curso de pioneros exploradores.

¿El almuerzo? más galletas con guayaba, refresco instantáneo y maní. En fin, el módulo de todo buen excursionista cubano. Lo fuerte había que dejarlo para la noche. Marlon se entretuvo haciendo una jaula para su “cernícalo” con los tallos de una planta que encontró por aquellos lares. ¡Sí que es ingenioso ese chico!

Luego vino el aguacero. Algunas de nuestras tiendas de campaña resistieron estoicamente, otras culminaron inundadas y tendidas. Tras entretener un poco a nuestros estómagos unos decidieron descansar y otros retornar a misiones exploratorias y de placer rumbo al salto. Ahí aprovechamos para un baño con casi todas las de la ley. Ivette, con jabón y champú en mano, tuvo cola de chicas y hasta de algunos chicos, para componer olores y reanimar al cuerpo. Llegada la noche hubo rotación en el equipo de cocina, pero eso sí, el Lester continuó a cargo. De nuevo espaguetada fenomenal, esta vez con leche como sustituta del queso.  Andaban dando vueltas dos laticas de arroz que alguien trajo, quedaba también leche y azúcar y la boca pedía algo dulce. Lester y Emilio se dieron a la tarea de hacer un postre: arroz con leche. ¡Esa noche tuvimos menú de altura y hormigas bravísimas para los inquilinos del lado sur del bohío!

Más tarde el grupo se dedicó a chismorrear y adivinar títulos de películas en dos grupos. La competencia estuvo reñida. Miriam soltó una buena… algo así como “ Las perturbadoras.” no había quién diablos escenificara eso y mucho menos quién lo adivinara. La verdad que nos pasamos un buen rato hasta que notamos que se hacía tarde y que al día siguiente teníamos un buen camino por recorrer. No diré qué equipo ganó. Dejémoslo en suspenso para aquellos que se la perdieron.

De Sergio y sus amigas ni el pelo. Ahh, Claudia le pasó un mensaje a Ernesto, que por temas de cobertura llegó mucho después. Nos pedía señas de nuestro paradero.

Día 3: fin de la escapada.

De pie 7 am y, ya saben, siempre nos toma más de una hora la partida ¿Desayuno?  el habitual. Descargamos los restos del módulo que ya no necesitábamos, lo cual fue agradecido por Pedro y su familia.   Azúcar blanca, leche y hasta carne en lata. Nos aseguró que podíamos volver cuando quisiéramos. ¡No digo yo! Tomamos foto grupal con Pedro, su mujer y sus hijos y agradecimos lo que, fuera ya del chiste, fue un gesto tremendo de su parte. 13 desconocidos invadiendo sus tierras, consumiendo el único carbón seco que le quedaba para cocinar e irrumpiendo su dinámica de vida. Pero así son la mayoría de los cubanos que viven por esos lares, serviciales a morir.

Teníamos la intención de bordear el río para llegar a la carretera del circuito norte, algo que, previa exhaustiva investigación, no había hecho nadie jamás. Luego debíamos llegar a Cabañas para partir rumbo a La Habana. La idea de circundar el río fue rápidamente desestimada tras el sabio consejo de Pedro. - ¡Eso es imposible, les digo yo que me conozco esto como la palma de mi mano! Y quién se atreve a cuestionar la sapiencia de un guajiro bien parao. Claro está, cuando te dicen “eso se hace en 2 horas … son namá unos 5 KM” ahí sí que debes multiplicar por dos tiempo y distancia. Poco más de las 8 am y mucho más ligeros partimos siguiendo sus instrucciones que estaban “claritas, claritas”: seguir siempre derecha, cruzar el río 2 veces, llegar a la casa de un campesino, atravesar el portón y seguir 2 Km más hasta la carretera. Había que intentar llegar antes de las 12 pm, pues sino ni un alma nos daría un aventón el sábado en la tarde, en el puente del San Claudio.

Cuando pasamos el segundo cruce del río, en el que más de uno cayó intencionadamente, comenzaron los enredos. De nuevo las bifurcaciones. Esta vez intentamos una izquierda que bien podía considerarse recta, pues el camino de la derecha parecía intransitado. Los GPS nos indicaban que nos alejábamos más por esa vía. El sendero de la izquierda no tenía salida y tuvimos que retornar a la bifurcación, explorar y aventurarnos por el camino aparentemente intransitado.

Recuerden señores, cuando el guajiro te diga recto, es recto rectísimo. Nos topamos entonces con una aguada que ahora sí nos devolvió al sendero principal. Pasada una media hora encontramos el portón y la casa del campesino. Ahí hicimos una merienda rápida con maní molido y recargamos agua en un pequeño manantial. Más de una hora después, bajo tremendo sol, arribamos al esperado puente de San Claudio. Eran las 12 del día y nadie pasaba por esos lares transportadamente. Nos llenamos de calma, y decidimos entretener nuestro estómago con sobras de galletas y el fondo de la caldera del arroz con leche que, a esa hora y tras 10 KM de caminata, sabía a gloria. 

Seguía sin pasar nada, solo vecinos a pie o en bici que nos miraban con caras de compasión. - ¿Pa La Habana, a esta hora y hoy sábado? Ummm – Más o menos esa fue la expresión de todo el que por allí pasaba. Uno nos habló de un campesino que tenía un camión posiblemente alquilable. Marlon y Lester se aventuraron, pero el camión no tenía combustible. Con tantos malos augurios, y ya sin municiones, decidimos salir caminando. Ernesto tomó la delantera. Por cierto, yo creo que este se zampó el fondo completo de la caldera de arroz con leche, pues nos sacó un Km de ventaja.

Al borde de la carretera, comenzaron a aparecer unas matas de cocos que prometían. Cuando ya Emilio y su hermano habían tumbado unos 7 bien cargaditos de agua, apareció el camión salvador con medio equipo de Camping Cuba encima. Ni cortos ni perezosos nos montamos. La super top model Ivette había conseguido lo que todos estuvimos esperando por más de 2 horas. No sé dónde metió la calva de Camilo.

¡Ya ven que nunca van lejos los de adelante, si los de atrás andan en camión!

Pocos minutos después apareció Ernesto y no hubo ni que pedirle al chofer que parara. Su carita de gatito de Shreck hizo solita el trabajo. Llegamos al entronque de Bahía Honda en un santiamén. Ahí hicimos parada obligada esperando algo que nos condujera a Cabañas.  Marlon sacó oportunamente su machetín, y los cocos fueron devorados. No sé qué estaba mejor, si la masa o el agua. Afortunadamente, aquí si la espera fue corta. En nada pasó una guagua súper cómoda hasta Cabañas. Lo mejor de todo fue que el chofer de ese  almorzó al llegar a Cabañas y 30 minutos más tarde nos dijo: - Arriba, hasta la Vereda (en la Lisa-) -. Sobre las 4 de la tarde, medio dormidos y medio entonados con unas cervecitas que algunos compraron por el módico precio de 40 pesos, estábamos ya en el Km 0 de la autopista. No puedo relatar cómo culminó el viaje. La escribidora de esta crónica se bajó allí,para alcanzar la base de operaciones del Oeste de Camping Cuba. ¡Hogar, dulce hogar!

Ahh … esperen, olvidaba a la retaguardia. Habían llegado a las Terrazas alrededor del mediodía del viernes. Y Sergio, solo con dos chicas, estaba entre encantado y loco. En fin, que perdió un poco la perspectiva. Pasaron la tarde en modo turista en aquel espléndido lugar y alrededor de las 3 pm, luego de un aguacero, salieron a nuestro encuentro. Siguiendo indicaciones de un lugareño, entraron por un trillo equivocado y avanzaron como 5 Km. Ya casi oscureciendo, decidieron volver al cerrarse el sendero mal tomado. Esa noche acamparon en las Terrazas y al día siguiente encontraron el camino correcto, 8 Km después las chicas se amotinaron y, una vez más, Sergio cedió ante el poder de persuasión femenino. Volvieron a Las Terrazas y allí, no sé cómo, resolvieron transporte hasta La Habana. El resto de los detalles que los cuente el propio Sergio, que de seguro tendrá también sus buenas historias.  !Nunca tuvimos por seguro si la pérdida fue real o totalmente intencionada!


Esta no estuvo entre las 18 fantásticas rutas que el MCE  publicó para el verano, pero CampingCuba como siempre se inventó una que bien vale la pena repetir.












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